Lo que me importa no es mi acercamiento a una realidad sino a un lenguaje. Me importa mucho el que habla, su modo de decir fabricará un mundo que percibiré o no. Lo que diga llega a ser verdad sólo sí primero lo ha sido su tono. No se trata de imágenes. Nunca ha sido mi asunto describir y hacer precisiones sobre un hecho más o menos truculento sino aplicar una escala de tonos como un pintor o un músico armonizan, el resto lo hará quien sea que me acompañe interesándose o no en mi palabra. La literatura trata sobre un lenguaje que yo escucho y que no siempre entiendo. Y el silencio –claro-, es lo más crucial: inicia o termina toda relación. Cuando alguien calla, todas sus palabras toman relieve para que yo sienta su peso verdaderamente cósmico.

Julio 3, 2011


jueves, 3 de noviembre de 2011

Escribens

Escribens

-No, justo más allá. Por el retrato de mamá. (Perdón) las paredes tenían un tirol pequeñito cuando llegamos. Eran verdes azaleas en primavera. ¿O en otoño? Como sea aquí siempre hay manera de sentir algo de sol.

-Ya es hora.

Él tomó los discos del mueble:
-Chas Parker. ¿Escucha algo? También cayó lleno de gloria. Demasiado entusiasmo le originó el café de los ricos.

pero si construyo el mundo lo primero es anhelar el suicidio. Tessofor-Amital, resumen símbolo de una cabeza partida en 2. Mira como el sol busca la mano de la sombra. Ella nunca le presta atención y él quiere ser inseparable de ella. Oh en la cortina, ella está pestañeando. Siempre eligen la cortina para sus arrumacos. Una noche sin sueño pude verla arropada entre los muebles y casi caí sobre ella cuando él entró un poco por el tragaluz. Ella lo espera hasta por la mañana y él la toca suave, siempre ha sabido que se hace la dormida ¿y qué hacer con la mirada? Es un juego el que se traen: él corteja y ella recula. En el fondo ella lo extraña muchísimo, se pone a ser frío y no pega un ojo. Luego llueve. Uno se da cuenta que él es un caballero entre las 7:30 y las 8, es tan delicado que a uno se le antoja enseguida el café. Pero al mediodía cuando se pone rabioso lo mejor es dejarlo encerrado fuera de aquí

Pasaron 10 minutos. La calle formaba un telón descuidado. Acomodó el cuello bajo la corbata, a su madre le habría agradado verlo así, tan formal. Luego entraron a la carretera, un par de muchachos detuvieron sus labios a punto de tomarse y él pudo verlos y le decían chau.

-Son Ben y Teban -dijo al acompañante sumergido en una contingencia con el tiempo-.
-Ya es hora -le respondió-.

Montaron el vehículo. Ahora sí acabaría ese par de canciones abandonadas por año y medio. En una hora más el radio sonaba bluemorehead. Qué extraña su voz. Luego llegaron a un apartado. Había sembrados sobre una colina, de pronto se vio en la cima operando el rompenubes y permaneció ahí con la mirada… Y ahí está Peter contando la vez que su padre fue arrestado. La manera en que se los ve al padre y al hijo cuando suben el rompenubes por la colina y luego cuando lo ponen a funcionar y al principio no hay lluvia. El mismo invento de Reich me parece de lo más fantástico. El tiempo del cálculo, con el puro en la boca, con el chico discutiendo el diseño del rompenubes. Y el momento donde el padre lo mira decisivo al hijo desde la parte trasera del auto donde lo alejan para siempre de él, ese es el momento supremo. Él bajando apresurado de la colina y el auto, que se lo lleva al otro, alejándose por la carretera. Y él señalándole hacia arriba, insistiéndole con el pulgar para que suba, para que haga llover, para que todos lo puedan ver, que no es de ninguna manera una locura lo que pensaban. Y el joven Peter primero no entendía lo que el padre le pedía, aturdido como estaba, anclado en el temor y el presentimiento de que algo terrible se avecinaba. Y luego todo se aclara y primero voltea y enseguida echa a correr y el rompenubes en la cima. Y cuando está ya manipulando la máquina todos deseamos estar ahí con Peter para que nada salga mal. Y las nubes empiezan a espesarse y corre un viento a través y el cielo se pone gris y enseguida lo que hago es verlo a Sutherland impresionante con su mirada y su cabellera gris afirmando con el puño cuando en la ventana del auto chocan ya varias gotas de lluvia. Y una Kate pequeña, haciéndola del hijo, sonríe mirando cómo se cumple en el cielo su deseo, golpeando en el aire en señal de victoria. Este es el alcance de la verdad, cuando después de la angustia llega la lluvia purificadora, revelando que el corazón de la tormenta, pese a todo, es también el corazón de la verdad que lleva en su seno la negatividad. Que toda razón que quiere aniquilar a la locura está por siempre ya destinada al fracaso…


Habían llegado al recinto donde pasaría al menos seis meses hasta durar la desintoxicación.

Lo rodearon risas. Y esculturas de botánica.

Por fin había colocado una canción. Sí, una frecuencia furtiva, pero lo mismo daba. Quizá después tuviera su propio jardín.

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Lo mío, lo mío, no es nada. Un par de piecitas de Wim Mertens, un bolígrafo. Nada. Miles de síntomas. Lo que pienso por ahora es de lo más predecible porque la inteligencia es finita. Siempre ha sido la imaginación quien ha hecho la diferencia. La inteligencia siempre puede ser una virtud, también una perversión. La imaginación sólo posibilita un futuro menos arduo.