La señal del amor
¿Te acuerdas la vez que te ibas y te dije:
“Si te vas, llévate contigo toda esa porquería tuya. Ese maldito gato. Y tu chingado nobody cares for me y tu mamie’s blues ponlos, ahora sí, en un tren fuera de mi máquina gramófono”.
Y en un arranque de vértigo alcancé el destornillador quieto en la mesa y lo clave aquí (el índice directo al pecho), en esta marca que tú me hiciste, y me retiré esa cosa con figura de sapo y al arrojártela grité con vena hinchada de mi cuello:
“Y también esta cosa llévala porque a mí me revientan las cosas inservibles”
Y salí sin ver la cosa que se retorcía a tus pies? Pues bien: la quiero de vuelta, con que: dónde está. ¡Dónde la tienes oliendo a mugre! ¿Qué, acaso crees que no sé cómo disfrutas estremeciéndote con fruslerías? Sigues siendo una anticuada. ¿Qué cocinas? Quieres darte prisa, debo llevarla ahora. Me siento tan ansioso. ¿Tendrás algún bocadillo? De pronto me siento tan débil… ¿Por qué tardas tanto? Por favor date prisa. Siempre estas causándome estos desvaríos ridículos. ¿De dónde has sacado esta silla? ¿Estás oyéndo? Pareces una lunática. Quieres apurarte, que me la exigen. Que me piden una garantía (a punto de perder el orgullo). Una señal de veracidad. Es de vida o muerte (ya está que arde de espanto). ¿Quieres terminar con esto y devolverme mi corazón?
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